Saturday, October 28, 2017

Cuentos desde el planeta Obsidion por BARROWS



HOLA, AMIGOS DE AUTOPOIETICAN, LES SALUDA CÉSAR INCA.

Hoy se da el turno de presentar al grupo instrumental californiano BARROWS, cultor de una mezcla hipnótica y enérgica de post-rock y space-rock, so pretexto del lanzamiento de su tercer disco “Obsidion”. Se trata de un trabajo conceptual centrado en las aventuras de un hombre que es raptado para ser llevado a un planeta cuyo nombre da título al disco, siendo así que nuestro protagonista termina disfrutando de su nueva situación al descubrir la libertad plena que da el que en su nuevo hábitat no halla restricciones para las dimensiones espaciales y la conciencia humana no tenga límites. Es casi como un milagro que se impuso en su vida y que solo cabe agradecer. El personal de BARROWS está establecido como el dúo de Jim Leonard [guitarras, bajo y sintetizador] y Richy Epolito [batería], aunque para las presentaciones en vivo el dúo se transforma en cuarteto. Los discos precedentes son “Imprecari Island” (2011) y “Red Giant” (2014), y ahora “Obsidian” ha de cumplir con la misión de cimentar las vibraciones y coordenadas sonoras establecidas en aquéllos para crear, desde allí, un nuevo impulso creativo para los cimientos de la propuesta del dúo. Anticipamos que la misión fue cumplida de forma muy satisfactoria, pero mejor pasamos ahora a los detalles del repertorio del disco que tenemos hoy en nuestras manos.



‘Telekin’ es la breve pieza de entrada que se caracteriza por ostentar un creciente retazo minimalista de talante terrorífico, siendo así que su función principal es la de abrir surcos para la emergencia de ‘Entrada’. Esta pieza es la primera expresión precisa de propulsiones sonoras bien delineadas: es como si el prólogo antes mencionado hubiese estado a cargo de encender un mecanismo y luego ese mismo mecanismo hubiese enviado un furioso cohete desde la Tierra hacia una salvaje danza cósmica que navega aleatoriamente a través del espacio. Su vitalidad nos remite al legado de los HAWKWIND pre-1974 a través del filtro de CAUSA SUI. A poco de pasada la frontera del quinto minuto, la banda vira drásticamente hacia un remanso que parece transformarse en un oasis etéreo. El tercer tema del disco se titula, al igual que el álbum, ‘Obsidion’, y despliega su ingeniería sónica hacia una ambiciosa duración de casi 10 ½ minutos. Comienza con un compás lánguido claramente centrado en  un bien perfilado talante post-rockero (a medio camino entre MOGWAI y RED SPAROWES), lo cual permite al grupo explorar su faceta más reflexiva. Ahora bien, que ahora estemos surcando por senderos reflexivos no quiere decir que no haya recursos de musculatura y afilamiento en el esquema empleado aquí: de hecho, los riffs y bases armónicas hacen sitio para que emerjan algunos punteos y efectos crudos que tienen algo de amenazante. Aunque el swing permanece igual a lo largo de todo el transcurso del tema, el ingenio con que el grupo le da un tenor lisérgico a su vigor expresivo le permite preservar su magnetismo. Oscura y llamativa a la vez, ‘Entrada’ logra situarse como una alternativa válida al cénit de explosividad rockera que se había conquistado con ‘Entrada’.

‘Cocoon’ es la pieza más larga del álbum con su espacio de 19 ¾ minutos. Para su primeros 9 minutos, la estrategia es muy afín a la que diseñó a la pieza precedente, pero esta vez el grupo emplea unas vibraciones más vitalistas en la armazón rítmica y un brío más extrovertido. No es tanto que lo reflexivo ha desaparecido sino que ha recibido una luminosidad revitalizadora a fin de fusionarla con la fortaleza. Como siempre, son los punteos, efectos y efluvios de guitarras elaborados en ciertos pasajes estratégicos los que marcan la pauta. En algún momento se finiquita el asunto para que surja un puente de trazos abstractos signados por una inquietante aureola cibernética; de este modo, se prepara el camino para un segundo motif fieramente intenso cuyo enclave se encamina por una senda de furiosa psicodelia ornamentada con grooves cañeros y matizada con algunas coloraciones sutiles donde los guitarreos crean capas un poco más sobrias. Así las cosas, la gente de BARROWS garantiza que aquí se dé el momento más majestuoso del repertorio. La pieza termina con un oportuno epílogo ceremoniosamente cósmico. ‘Manna’ cumple con la misión de proseguir por la vía del susodicho epílogo a través de un vacilante efluvio de recursos flotantes: minimalismo en la atmósfera de base e irradiaciones serenas que coquetean abiertamente con la tradición del kraut electrónico (TANGERINE DREAM, CLUSTER) son los ingredientes sonoros que utiliza la banda para sembrar el terreno sobre el cual habrá de desarrollarse ‘Zenith’, la pieza que ocupa los últimos 12 ½ minutos del disco. Su vitalidad estructural, dispuesta en su cuerpo central bajo una modalidad contenida y luego hecha patente con una robustez entre mística y opresiva para su sección intermedia, expone la perfecta combinación de post-rock y post-metal. Aunque el tenor decididamente aguerrido de los guitarreos en los minutos finales amenaza con plantear un escenario sonoro ominoso, en realidad crea una especie de perverso lirismo psicodélico con el que se quiere expresar algo genuinamente celebratorio, tal vez una bendición cuyo fulgor está más allá de las palabras: tal vez es por eso que la sección final se enfila hacia un clima tenue y calmo. Dicho sea de paso, aquí tenemos la labor más sofisticada de la dupla rítmica, y de hecho, la labor del bajo se hace notar más que en cualquiera de los temas precedentes.



Bueno, todo esto fue lo que hemos escuchado y disfrutado del repertorio contenido en “Obsidion”, el disco por medio del cual hemos conocido a BARROWS. Vale la pena seguir la pista de este grupo y ponerse al día con el material que tiene publicado hasta ahora porque su propuesta musical tiene mucho que decir a la vanguardia rockera del momento. Esa mezcla de furia y magia merece la apreciación de todo acucioso seguidor de las nuevos desarrollos de las vertientes post-rockera y psicodélica del rock. 

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